viernes, 15 de enero de 2010

Tenía tantas ganas de estar aquí...





Que no puedo dejar de escribir ahora. Os presento otra de mis geniales ideas, dedicada a mis colegas David e Isabel, bloguero frustado uno y recalcitrante la otra. Ellos saben por qué:


El monstruo urbano anda suelto

Su cuerpo lleno de cicatrices se hizo duro
con cada extracción, transplante y costura consiguiente.
Sus formas eran las de un hombre fantástico y verde
que apenas sentía.
Sus lamentos parecían una ópera alucinada
escrita en un albarán de sentimientos.
Quitaba y ponía lo que le faltaba.
Llevaba las cuentas de las veces que le llamaban.
Y como no eran muchas se quedaba
solo
en la caja de su casa.
Cuando venían a verle sacaba sus garras
por si le arrancaban sonrisas
sin darse cuenta del engaño de esta puta vida alegre.
Era bello en su monstruosidad tierna
como una ballena perdida
que sabe que la van a matar.
Era
lo normal.






Mírala cara a cara que es la primera






He decidido desde este mismo momento que lo que deseo es que la gente me lea, que por esto se escribe en Internet, y lo demás son milongas. He pensado, quizá demasiado, cómo empezar este blog y lo mejor sin duda será ser directa y franca. No sabía muy bien por dónde empezar así que sin más os remito a una de mis poesías, fue una de las primeras, aunque apenas llevo unos años escribiendo. He de confesar también que la idea de este poema me la inspiró un antiguo noviete de la adolescencia que quizá me quiso demasiado y, queriendo tanto, decirme que nadie iba a vivir la vida por mí, intentando ser generoso me insufló este revulsivo vital que sigue así:

 A Salvador Arroyo


Puede uno vender su alma.
Uno puede equivocarse al depositar su confianza.
Puede uno esconderse y llevar encima conflictos pendientes,
ocultar crímenes y confesar bondades,
tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol,
cambiar el mundo, poner una vela, hacer milagros.
Recorrer todo el orbe, negar la mano al hermano
y no haber amado.
Vivir la vida de otro, nadie puede.