miércoles, 9 de junio de 2010

Performance de la madre mediterránea








Tierra, hierba fresca
en el vientre de tu tela
has visto la belleza
de un ser sereno.

Unes cada día cada hebra a
la siguiente para tapar con tu fino
lienzo, no se ve
pero se está tejiendo de a poco
tan lento.

No te subas, no te caigas
que viene el hombre del saco.
Y quien se asusta es ella
que es entrega y compromiso
lo que su sayo esconde.

El celo lo aprendemos de ellas
negras como cristales de espejo


somos su fiero reflejo,
son leonas fieles que quieren
que nunca cambies.

Leen antiguas recetas nuevas
en los patrones y se quedan
con la cara despejada
mano sobre mano y
las agitan al cielo.

Qué sangre más limpia
qué sueños tan blancos y cuántas
arrugas en las manos.

Que se vaya su dolor para siempre
que las unja su paño de aceite y vea la luz
el quejido seco del su suspiro.

Que permanezca la sombra
de su cabeza y cosan una
colcha sencilla de filigrana y ganchillo
para guardar entre sábanas pañuelos
bordados de ilusión que empapen sus lágrimas,
Dios no lo quiera.

Y si una piedra se cuela en su zapato
y si se le duerme una mano
a su niña lejana y clara
que formen siete cruces en su regazo
para sacar la esquirla.

Nunca he escondido que hostil
puede sonar tu aliento
engendrado hilando clavos
en tu alma para formar una y varias
tablas que cierren la caja
del baúl de mi corazón.
Ni cuando a mi marcha
me dolió el ombligo, lunar de la posesión.