lunes, 30 de agosto de 2010

Robando almas

Infundiendo solemnidad y consciente de los males que nos acechan el karaia de Ovenia nos dice: "Corremos muchos peligros. El sol nos puede quemar, el mundo se puede inundar". Y le pide a los blancos que cumplan sus promesas porque ellos no entienden de papeles ni de leyes sino de la palabra que se da. los papeles son sagrados para mí, para ellos son sagradas otras cosas. No entienden de papeles: “No sé escribir mi nombre”, dice el karaia. Yo me pregunto si grabar sus rostros no será para ellos como invadir su espacio, como robar su alma. Poco a poco me fijo en su forma de vestir, es como si la ropa a todos ellos les sobrara, muchos van descalzos, en contacto con la tierra. Son tan sencillos y tan dignos a la vez. En guaraní, la palabra gracias no existe porque saben que todo lo que den se les devolverá. La economía indígena tradicional basada en el trueque y la subsistencia está en peligro de extinción pues los territorios a los que se están viendo relegados son mínimos. Las comunidades aborígenes de Argentina están mucho más dispersas que en Paraguay y por eso les cuesta mucho más organizarse aunque quizá los obstáculos, como en su rito bautismal, les sirvan de acicate. Por la noche todo se queda en una oscuridad absoluta, sólo se oyen los instrumentos con los que danzan los miembros mayores de la comunidad en el templo o el opy y las voces de la gente, los murmullos del bosque. Empiezan a encenderse algunas linternas y nos acomodamos en las tiendas de campaña. De cena cocido argentino y tortas de maíz. En las casas, los vecinos encienden hogueras para dar calor, alumbrarse y espantar así a las polillas. Y mi verdad del alma me dice que no hay palabras para expresar lo que supuso para mí la experiencia de compartir con ellos, los indígenas de Caramelito tres días de su vida. Al final, estaban tan cansados que sencillamente nos invitaron a que nos fuéramos. Como dice un refrán castellano: "Invitado en casa ajena a los tres días apesta". Les robamos un pedazo de su paz.