viernes, 22 de enero de 2010

Manía de indolente








Toda la fama de los poetas se resume
en unas flores en la memoria de las tumbas.
Yo las visito como espíritu viviente
y dejo un poco de tierra.

Es una tierna lumbre que dejan
a veces tienes que bañarte en el mar
para poder verlas. Se pueden profanar
pasando páginas.

Alguna rellena un vacío inexistente
que sólo poseía poesía para recoger
tiempo perdido de amor y de injusticia.
Las de artistas inermes que vivían a
vida o muerte son las más escondidas
tan recónditas, invisibles que
hay que esforzarse para encontrarlas
y una vez que las has visto, siempre vuelves
a ponerles agua.

2 comentarios:

  1. Tienes razón. Yo siempre pensé que las tumbas y los cementerios eran huecos vacios con una piedra plana encima hasta que vi en el cementerio de Montparnasse la tumba de Simone de Beauvoir llena de papelitos escritos, dicen que de enamorados. Y piensas que si tanta gente siente una tumba ajena como propia es que tiene que haber algo especial, algo vivo debajo de esa piedra plana.
    besos

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